30 mayo 2006

"Aquel día, me levanté de la siesta. No tenía ganas, pero el deber es el deber. Así, medio dormido, me puse aquél traje prieto, y casi sin respirar, bajé a la calle con todos mis artilugios. Justo en la esquina, encontré aquello que buscaba; un perro de raza, de raza pura. Sin más, empecé el ritual. Primero, le clavé cuatro agujas en el lomo, y el animal empezó a desangrarse. Le hice sufrir, le tiraba de la cola, le daba patadas, le clavaba anzuelos de pesca y todas aquellas "perrerías" que podáis imaginaros. Y todo acabó con la muerte del perro. La peor muerte de todas.

Nadie, absolutamente nadie me aplaudió. Nadie vitoreaba mi nombre. Nadie me subió "a hombros".

Yo sabía, que aquellos que me rodeaban tenían miedo porque pensaban que yo estaba loco. ¿ Loco por qué ? Yo lo hacía con arte. Todo el ritual de aquél acto macabro fue una tortura con arte. Un acto de una belleza inefable."


Y a ti, ¿ no te parece arte ? Claro, un perro no sierve.

La tortura, ni es arte ni cultura.

( Vídeo visto en menéame )